En la película La red (The Net), Sandra Bullock representaba a una atractiva geek que vivía prácticamente encerrada en una habitación oscura y sin ventilación, sin más contacto con el mundo exterior que el que se daba a través de su computadora conectada a Internet. Corría el año 1995, la web era una novedad a la que accedían apenas un puñado de privilegiados y la protagonista de la historia ya trabajaba, compraba su cena, planificaba sus vacaciones y contactaba con sus (pocos) amigos a través de la red. Esas escenas, que años atrás podían inspirar una gama de reacciones entre la incredulidad y el asombro, hoy no impactan a nadie. Lo que muestra la película ha sido largamente superado por la realidad. Esa visión obsoleta de la red como una herramienta misteriosa y críptica, reservada a unos pocos excéntricos con problemas para generar vínculos sociales, ha quedado definitivamente en el olvido. Hoy somos cientos de millones los que día a día trabajamos, hacemo...
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